Me sostengo hasta en lo incómodo.

Así va cerrando mi temporada Cáncer. Así baja el telón el sol de mis 48 años. Y no necesito grandes cosas para sentirlo, solo la verdad de estar presente, habitando este cuerpo que ha llorado, reído, sostenido, amado.

Este fue un año de tránsito. Año 5, año del Papa. Un año de crisis y enseñanza profunda, de duelos, de decisiones que partieron al medio lo conocido. De saber que nada está asegurado, que nadie viene a salvarte… y que, aun así, hay belleza. Hay sentido.

Hoy no estoy revisando mis historias con mamá o papá. Hoy el trabajo es conmigo, con mi voz, con mis raíces, con la forma en que me sostengo. Porque llega un momento en que ya no sirve culpar ni quedarse esperando lo que no fue. Porque ya no me alcanza con entender. Quiero vivir con lo que hay. Y con lo que hay, hacer tribu.

Una red real, que no sea una vitrina, sino una trama donde nos encontremos sin máscaras, sin el mandato de brillar todo el tiempo o competir; sino con la honestidad de sostenernos cuando hay sombras. Salir de la queja, de la crítica, de la falta. Habitar este mundo real: imperfecto, impredecible, incontrolable… pero vivo. Y si está vivo, entonces hay posibilidad.

Y en este cierre de ciclo, como una señal chiquita pero clara, apareció en Flora —el oráculo de mi creación— la carta de El Puente. Parecía no estar en el libro, como si nos hubiéramos olvidado de escribirla. Pero estaba: escondida, casi invisible, debajo de la antorcha, sin espacio y sin negrita.

Ahí, la respuesta otra vez en mí: los errores también son portales. Lo real no necesita ser perfecto. Lo que a veces parece perdido, está… solo hay que mirarlo distinto. Y que “el puente” no se ve con la mente. Se construye caminando.

Celebro este final de ciclo como un acto de verdad. No de promesas, sino de compromiso con la vida que late ahora.

Me sostengo hasta en lo incómodo. Porque estar presente significa abrirse al vértigo del cambio, a la duda, al miedo, a esa sensación que tensa el cuerpo y pide resistencia. Me sostengo cuando la historia duele, cuando la incertidumbre asoma, cuando las preguntas no tienen respuesta y la mente quiere huir.

Dejar de huir es elegir quedarme conmigo, aunque el paisaje sea áspero, aunque la piel se erice y el alma me llame a buscar refugio afuera. Me sostengo porque sé que ahí, en la incomodidad, está la puerta. Ahí es donde el puente se construye, paso a paso, con la fuerza y la ternura que solo el amor propio puede dar.

Me sostengo hasta en lo incómodo. Y desde ese lugar, camino hacia lo nuevo.

Gracias, 48, por lo que me diste.
Gracias errores, por los atajos secretos.
Gracias cuerpo, por bancar todo.
Gracias tribu, por sostener.

💫 Si querés conocer tus arcanos de vida y de año, estoy para acompañarte. Consultá por una sesión

🌿 Te invito a sumarte el 25 de agosto al inicio de Camino Sagrado, un ciclo de meditaciones profundas de Kundalini Yoga guiado por los arcanos del Tarot.

Gracias, Nati